Domingo. Estoy sólo. Camino por la calle de Donceles. El no llego. Ya estoy acostumbrado a su ausencia. A conformarme con escuchar su voz, su olor, su mirada melancólica. A regocijarme con los pequeños detalles; a estremecerme con los roces. Sospecho que jamas escarbaremos el nido de la serpiente. No importa... me conformo con los pequeños gestos, con las sutiles coincidencias, con las sonrisas complices. No habrá más. Entro a una libreria. Huele humedo. Me acerco a los libros... ahí he encontrado muchas respuestas. Me concentro... me calmo... mi mente es un estanque en el que se refleja el universo, mis emociones son las olas de la superficie, deforman la imagen... respiro... escucho los sonidos inaudibles... me acerco a los libros... de nuevo una ola de emociones... debería renunciar... debería desistir... de nuevo miro los libros... abro uno de Tagore:
"No renuncies al amor,
aunque sea fuente de dolor"
dolor y placer, amor y desamor... siempre están ahi... enredados, entrelazados, la misma cosa... me sigo sintiendo solo... miro los diccionarios... tropiezo y cae uno... de entre sus hojas cae un papel rojo. Lo tomo. Es una imagen que dibuja a Nataraja en lineas blancas sobre el fondo escarlata. El shiva que baila, el danzarín cosmico, el que traza con su danza la totalidad del cosmos. Guardo la hoja. Porque estoy solo se que ya no estoy solo.
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