20080211

El cabello de las Mujeres: Shanghai

He regresado de 杭州 Hangzhou y me he despedido de Jerry Zhang en la estación de trenes del sur de Shanghai. Me he acomodado en un Hotel en el Bund, a tan sólo unos metros del Rio. En cuanto dejé mis cosas en el cuarto salí a recorrer la calle Fuzhou, paralela a la famosa calle Nanjing. Entré a varías librerias: La de libros extranjeros, donde compré varios libros en ediciones bilingues; la de libros históricos, donde busqué en vano el 太玄经 Tai xuan jing O "el canon del supremo misterio", mientras una pareja francesa trataba de comprar un libro con más de cien años. No hablaban chino, los acompañaba una amiga que les traducía al frances. Continué, finalmente, a la librería mas grande de Shanghai, en la "ciudad de los libros". La fachada tiene frases en varias lenguas, incluyendo español y ocupa un edificio de 7 pisos. Pese a su fachada intercultural, sólo pude encontrar un par de libros traducidos desde el español, a saber, el quijote y garcía lorca. Mientras buscaba, pude ver que sus pasillos, al igual que en Kyobo, la mayor librería de Seul, los pasillos estaban ocupados de lectores comodamente sentados y ocupando la librería como si de una biblioteca se tratara. Finalmente, despues de una hora de indecisión, compré los poemas de garcía lorca para mi querida maestra Chen, que me enseñó los tonos y me ayudó a entender con más claridad los textos en chino. Quería retribuír en algo.

Tras salir de un restaurante, vi un anuncio de Vogue china. La mujer me recordaba a Maggie Cheung 張曼玉, Su cabello azabache levantado por algun ventilador del fotografo y su sonrisa inquietante. Nadie le prestaba atención, la gente de Shanghai seguía con su ajetreada vida sin reparar demasiado en portadas de revistas, en la moda o en modelos parecidas a Maggie Chueng, que aunque nacida en Hong Kong y educada en Gran Bretaña, su familia tiene su origen en Shanghai. Me fuí a mi hotel para descansar un poco, apenas y había dormido en Hangzhou y no planeaba dormir el par de noches que me restaban en Shanghai.


En la plaza de Pueblo, despues de una agradable siesta, me encontré a una migrante Tibetana vendiendo algunos objetos artesanales. De inmediato me interesé por un plato de meditación. Pregunté en mi endeble mandarín y ella respondió en un mandarín aunque rápido, con un fuerte acento: 300 yuanes. Negociamos por varios minutos, me mostro el mantra escrito a un costado del plato y me enseño a hacerlo vibrar para obtener su sonido similar a una campaña. El precio final fue de 200 Yuans. Aunque los espejos de mango de plata eran absolutamente hermosos, no podía gastar ese dinero todavía. Me despedí de ella y seguí caminando. La chica tibetana me detuvo y me jaló del brazo, me llevó de nuevo a su puesto. Bajo el precio y agregó otro espejo más pequeño. Yo me despedí de nuevo y me siguío. Bajó aun mas el precio.

"Regreso mañana, ya no tengo dinero", le dije.
"Mañana ya no estaré, regresamo a Tibet", Respondió.
"No es cierto".
"Si lo es".
"La verdad es que lo que me interesó fue el buda de cuatro rostros", le dije mientras continuaba caminando hacia la esquina, para continuar caminando sobre la calle de Nanjing. La gente nos miraba, sin duda divertidos de vernos discutir en nuestro mandarín precario.

A los pocos minutos regresó, antes de que cruzara la calle, ella jadeaba y su cabello estaba revuelto. En su mano tenía el buda de cuatro cabezas. El precio fue irrisorio. Sin duda si regresaba al Tibet, recordé la preocupación de Jerry Zhang por alcanzar un boleto para su hogar en 江西 Jiangxi. Estabamos a menos de dos semanas del año nuevo, lo que significaba que cada día que pasaba era mas difícil conseguir un boleto con dirección al Oeste. Pagué sin dudarlo. Le agradecí de nuevo, ella arreglo su cabello y me agradeció en tibetano. Mire de nuevo la cabeza del buda: una reía a carcajadas, otra sonreía, otra hacía un gesto de furia, la última estaba triste. Así me sentí en Aquel momento. Aquella chica no tendría mas de 18 años. Las mujeres a su alrededor portaban los sombreros tibetanos, pese al frio, su cabellera se agitaba en el aire mientras ella regresaba con sus compañeras.


Sigo caminando hasta terminarme la calle Nanjing, me voy perdiendo en las calles, busco mi lugar para acomodarme la noche en el cuerpo. Ahí me encuentro en una avenida oscura, bajo el segundo piso de una vía rapida, una rata cruza frente a mí, hay ropa masculina tirada a un lado de la calle, no hay carros. La única luz viene de las vitrinas de varias estéticas. Frente a la primera que paso una mujer me invita a pasar; sigo caminando y en la siguiente estética se vuelva a repetir el gesto. En la última de las estéticas, antes de llegar a la esquina, las mujeres estaban recostadas sobre los asientos para lavar el pelo de las clientas. Las luces negras iluminan la palabra "cabello" 髪, la zozobrante caligrafía en la vitrina hace que la parte inferior del carácter en vez de tener la forma de 友 amigo, tiene la de 女 mujer: Sugiere a una mujer de pelo largo. Las bellas durmientes seguirán cubriendose sus sueños con la lejanía de su familía en alguna villa de la China profunda mientras yo me voy a que la noche inunde mi oquedad.

2 comentarios:

  1. El final nos remite inevitablemente a Kawabata y su La casa de las bellas durmientes... referente obligado para leer lo reciente de García Márquez.
    Sabes, poco a poco has revelado detalles que me inquietan: cómo interactúas con la gente ajena a la universidad, qué comes, qué buscas, qué compras… cómo regateas.
    Si te das cuenta, lo has expuesto a cuentagotas en relación con el resto de tu producción bloguera… Insisto, no somos tan distintos en este planeta: organiza eventos para vender y comprar novedades editoriales, distribúyelos por todo el mundo y, sorpresa, sorpresa, ¿cómo reacciona la gente que en esos actos se congrega?

    ResponderBorrar
  2. Muy signifiactivo que sólo estén obras de Cervantes (de quien se dice que se sentaba con gusto y practicaba alegre el fisting antes de perder el brazo en Lepanto) y García Lorca (de quien no sólo se dice que se sentaba, sino que se sabe)

    ResponderBorrar