20080825

Capítulo VII Mordedura


Se quiebra la dureza de tu faz. Casi un guiño, casi una sonrisa. Imposible sospechar que en tus pupilas se guarda mi futuro reflejo. Bajo la mirada, tu rodilla presiona mi entrepierna. En el espejo de tu habitación nuestros alientos encajados semejan humo y salamandras. Tus pasos se enredan con los rastros de mi andar, tu aliento en mi nuca  ya casi es una pregunta. Una vez más contemplo en el espejo el resplandor del cinturón de colmillos que decora mis caderas. De la espuma urbana se alza tu palabra de naturaleza arbórea, honda y fresca, de hojas temblorosas y frutos maduros. Derramas el amanecer en mi oído, me vierto cual calostro lunar en el nudo de nuestra carne durmiente.

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