Al filo de las sombras: una danza extrañamente familiar. Al borde de mi mismo, me reconozco extraviado en la marea de ser un latido acelerado que se revuelve en los jardines del jadeo. En la orilla del flujo no se reconoce ni el placer ni el deseo, tan solo un afecto, una sensacion similar a la nausea, la ominosa condena de ser venas, nervios, fluidos y magra carne tiritando de algo que pende en el borde. Un balanceo oscilante y despalabrado que arranca una gotas. Tan sólo eso fuimos, un goteo, la queja, la duda, lo que se limpia con cloro.
Un tanto......deseperanzador si el deseo y nosotros mismos quedamos reducidos de esa manera,
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